Escrito por Katiuska Aliaga Giraldo, Coordinadora de Carrera de la Facultad de Psicología de la UPC
Cuando pensamos en responsabilidad social, quizá la primera idea que surge en el colectivo es imaginar a las empresas o instituciones, comprometidas en gestionar, teniendo un impacto positivo en diferentes áreas: economía, ambiente, comunidad, entre otras. Y también ejecutando diversas acciones de modo sostenible y con sentido ético. Según la ONU, la responsabilidad social es ser conscientes del impacto que tienen las decisiones, que se realizan ahora, en la sociedad en el futuro.
Por otro lado, la responsabilidad social gira en torno a la vida, y requiere ser comprendida desde los componentes biológico, cultural, ambiental, económico, comunitario, entre otros (Rengifo et al. 2022). Esta mirada nos lleva a pensar en interacciones complejas por la diversidad de variables implicadas.
Con ese panorama, es también necesario pensar que existe una responsabilidad social individual, que nos conduce a reflexionar en la formación de ciudadanos socialmente responsables, acciones que en concreto requieren ser iniciadas desde etapas de vida tempranas, abordando múltiples factores y con un enfoque multidisciplinario. Es así como la contribución de la psicología y la educación es fundamental para facilitar acciones que promuevan valores de empatía, sostenibilidad, comunidad y respeto a los derechos humanos en particular. Se espera que poder reconocer al otro como poseedor de los mismos derechos sea conducente a manifestar creencias firmes de compromiso social, tanto para crear como para reparar con responsabilidad por el otro.
Las acciones de la psicología en el campo de la responsabilidad social son inherentes a su esencia de ciencia humana, valga como ilustración la labor que se realiza en las comunidades. Para Montero (2006), el trabajo comunitario implicaba un proceso sociocognoscitivo, donde se da un conocimiento mutuo entre los miembros de una comunidad y un agente externo, que en este caso podríamos entenderla como la empresa. Según esta mirada, la comunidad tiene un rol de participación en las decisiones que se tomen y tiene una validez vigente, sin embargo, con una mirada empática y de principios de autoayuda, de desarrollo y derechos.
Existen corresponsabilidades entre ambos actores, lo que contribuye a alejar la conceptualización de responsabilidad social, y su confusión con el asistencialismo o a la filantropía. Esta delgada línea que las separa aún puede ser confusa y polémica. En consecuencia, la psicología por su quehacer científico y humano puede dar respuestas en este campo, si pensamos la responsabilidad social desde lo individual como eje transversal a todas las áreas en la vida.
Finalmente, es necesario resaltar la formación de los futuros profesionales, quienes serán los líderes y a quienes se les entregará la posta, la misma que debe reflejar la integridad, el sentido ético y su deseo de contribuir para un cambio positivo al desarrollo sin comprometer los recursos de las futuras generaciones. Este fortalecimiento se va dando desde la academia, la cual tiene un rol activo y comprometido no solo en proyectos sociales sino también a través de la investigación, que se refleja en los procesos de acreditación de la calidad académica. En conclusión, la contribución desde diversas perspectivas se orienta en hacer del mundo un lugar mejor para vivir siendo socialmente responsables.