El 2020 nos ha permitido repensar la forma en la que venimos haciendo los negocios y nuestras actividades del día a día. Nos ha dado la oportunidad de reflexionar sobre lo que realmente son activos valiosos. Las organizaciones, como actores que interactúan con diferentes grupos de interés y cuyos comportamientos repercuten en la sociedad en su conjunto, también se han visto obligadas a repensar esta interacción.
Sin duda una de las metas prioritarias que las empresas tendrán para el próximo año será recuperar las pérdidas. Esto implicará a su vez apostar por activos seguros que generen retornos significativos. No obstante, enfocar las inversiones únicamente siguiendo indicadores financieros sería un error muy grande para empezar esta nueva coyuntura post Covid-19.
Las últimas manifestaciones sociales en nuestro país, así como en el mundo, dan cuenta de la relevancia cada vez mayor que adquieren factores no financieros en el desempeño de las empresas y en las inversiones. Es aquí donde el concepto de inversiones responsables adquiere mayor protagonismo. Debe entenderse por esto aquellas inversiones que buscan la sostenibilidad en la operación, pero no únicamente una sostenibilidad financiera.
Lo anterior se logra introduciendo factores no financieros en las evaluaciones de los activos al momento de decidir por inversiones. Estos factores no financieros abarcan tres aspectos: ambiental, social y de gobierno corporativo (lo que se conoce por las siglas ASG). De hecho, nueve de cada diez inversores consideran el desempeño no financiero como pieza fundamental al momento de definir sus inversiones, ya sea de manera frecuente u ocasional, según la encuesta de EY sobre Servicios de Sustentabilidad y Cambio Climático (CCaSS), realizada a 298 inversionistas institucionales a nivel mundial a inicios del 2020.
Asimismo, entre el 2018 y 2020, se ha incrementado la cantidad de inversionistas que hacen un uso frecuente de los factores no financieros al momento de decidir inversiones, al pasar de un 34% a un 43%, según esta misma encuesta.
El peso que se les da a los factores ASG varía según las inversiones de las que se traten. Si consiste en un activo perteneciente al sector minero, las prácticas medioambientales cobran gran relevancia (emisión de gases con efecto invernadero, uso de energías eficientes, entre otros). No sucede lo mismo para el caso de un activo del sector bancario o financiero, donde las prácticas de gobierno corporativo, la ciberseguridad y la protección de datos se vuelven más importantes.
Así, las inversiones responsables repercuten favorablemente en la sociedad en su conjunto, pues generan externalidades positivas: por ejemplo, todos nos beneficiamos con aire más puro y una protección más confiable de nuestros datos personales en Internet. Pero también lo hacen los inversionistas: durante el 2020, los activos ASG han registrado un desempeño mejor que los activos tradicionales, según reporta PRIMA AFP, una de las empresas que forma parte del Programa de Inversión Responsable (PIR) en el Perú.
Escenario local
El PIR es una iniciativa impulsada desde el 2016 por empresas financieras con operaciones en el Perú, siguiendo la tendencia global. Su objetivo es mejorar las prácticas de inversión y así producir un cambio en el ecosistema financiero.
En el caso de PRIMA AFP, el 35% de los procesos del portafolio ya está integrado a los factores ASG y la meta al 2021 es llegar a un nivel del 60%. Para el próximo año la empresa también tiene trazado el objetivo de aprobar su política de relacionamiento para sus inversiones directas locales.
“Queremos ser inversionistas activos. Es decir, uno que genere cambios y mejoras en las empresas en las que invertimos”, explica Daniela Door, gerenta de alternativos y análisis de la empresa, que también es signataria de esta iniciativa a través de los Principios de Inversión Responsable (PRI).
Cada vez son más las organizaciones que se suman al PIR en el Perú. A la fecha, son más de veinte organizaciones públicas y privadas, entre socios y aliados estratégicos. Si bien esto son buenas noticias, el reto aún es grande. Por ejemplo, Door indica que se necesita homogenizar la forma en la que se informa sobre las inversiones responsables, pues todavía existe mucha heterogeneidad en las publicaciones. Asimismo, hace falta incrementar la especialización que se tiene sobre este tipo de inversiones: qué son, cómo hacerlas, qué procesos adoptar; lo que permitirá garantizar la profesionalización y certeza de estas inversiones.
De esta manera, las inversiones responsables y los factores ASG ganan relevancia en el ecosistema financiero peruano y dan luces del futuro de las inversiones, en beneficio de la sociedad en su conjunto.