Escribe Susana Sugano, Directora del área académica de Factor Humano de la Escuela de Postgrado de la UPC.
El efecto de la sostenibilidad sobre las operaciones de las empresas ya puede ser medido y gestionado. Dentro de los principales hallazgos del estudio de Deloitte de febrero de 2024 sobre “El impacto del ESG score en el valor de las compañías”, se menciona que el mercado aprecia más a las empresas que desarrollan una ventaja sostenible en el futuro, además de que se comprueba un impacto positivo en el EBITDA: los resultados concluyeron que los ingresos de las empresas que implementan prácticas ESG se incrementan entre el 1% y el 2%. Aun cuando los costos también suben, lo hacen en menor medida, entre 0% y el 1%.
Los criterios ESG (Environment, Social and Governance, por sus siglas en inglés) incluyen, a grandes rasgos, estrategias para minimizar el impacto en el ambiente; la evaluación de sus relaciones con los colaboradores, proveedores, clientes y la comunidad; y que los directorios se responsabilicen por contar con prácticas de ética empresarial, transparencia, derechos de los accionistas y cumplimiento normativo.
Sin embargo, estas prácticas no suelen ser de fácil implementación y las empresas enfrentan todavía varios desafíos. Estos están relacionados a la resistencia al cambio generada por tener que dejar de lado sus prácticas tradicionales, y en cambio apostar por una inversión inicial para adaptar políticas, procesos e incluso implementar instalaciones bajo estándares de sostenibilidad.
Para romper esta resistencia, resulta imprescindible tener una mirada de retorno a largo plazo. Esto va de la mano con potenciar la reputación organizacional en los mercados en donde la empresa opera, y ajustar las expectativas de accionistas o grupos de interés frente a ese cambio de estrategia.
Es importante identificar las razones y ventajas del cambio, así como explicar con claridad cómo se va a implementar a través de una estrategia de comunicación interna constante y coherente. Estas acciones deben involucrar y comprometer tanto a los líderes y a los colaboradores, fomentando la retroalimentación y los aportes que ellos pueden ofrecer.
No hay que desestimar las capacitaciones y recursos adicionales, de ser requeridos, para poder ir adaptándose de manera gradual y acompañada. Por último, el monitoreo y seguimiento también son importantes para realizar ajustes necesarios, reconociendo y celebrando los logros alcanzados.