Escribe Claudia Sícoli Pósleman, Directora de las carreras de Economía de la UPC
Una economía sostenible se entiende como aquella en la que se respeta un requisito de equidad intergeneracional, es decir, la necesidad de mantener las condiciones de vida para las generaciones futuras. Pero no existe un consenso generalizado sobre quiénes son los responsables de garantizar ello, ni en qué sectores debería hacerse mayor énfasis.
Podemos relacionarla con el desarrollo de actividades productivas con tecnologías limpias, materiales reciclados, así como la incorporación de nuevas fuentes de energías renovables para evitar la dependencia exclusivamente de la generación de energía con recursos minerales no renovables.
En esa línea, el PNUD ha elaborado un índice SDG, que se obtiene de una encuesta ejecutada a nivel nacional, respondida por 126 empresas. Los resultados a las preguntas han permitido identificar cuáles son los objetivos priorizados por sector empresarial, identificando que la Gran empresa ha destinado sus esfuerzos y promovido la rendición de cuentas para el cumplimiento del Objetivo de Desarrollo Sostenible 8 (Trabajo decente y crecimiento económico) y, en segundo lugar, el Objetivo 12 (Consumo y producción responsables), en la misma línea de lo reportado por la Microempresa. La Pequeña empresa, por su lado, ha dado una mayor atención al Objetivo 12, y luego al ODS 8. Y la Mediana empresa ha priorizado con el mismo nivel de importancia, el Objetivo 8 y el 13 (Acción por el clima).
La economía sostenible también se puede relacionar con la existencia de instituciones fortalecidas, proyectos de inversión necesarios para el cierre de brechas sociales en acceso al agua potable, saneamiento, alimentación, especialmente para los sectores vulnerables, así como una educación de calidad que brinde una línea base para mejorar la productividad futura en todos los ámbitos laborales.
Los reportes de la ONU ofrecen una visión de las iniciativas desarrolladas, así como de la población impactada. Y, si bien se reportan avances en todos los frentes, también se recalca que existen desafíos urgentes que deben ser considerados, tales como el logro de la seguridad alimentaria, la reducción de las desigualdades, y el trabajo informal.
Otros ámbitos de extrema preocupación son la calidad de la educación, aun cuando la cobertura ha mejorado notablemente, y la triple carga de malnutrición: el incremento de la desnutrición infantil, los altos índices de anemia (40% de niños entre 6 y 35 meses la padecen), y el aumento de la obesidad, que afecta especialmente a niños y mujeres en edad fértil.
Si bien las bases están cimentadas y existe una mayor preocupación social sobre la necesidad de mejorar —tanto a nivel empresarial, gubernamental como de organismos multilaterales—, los logros obtenidos por el Perú en el marco de la sostenibilidad están muy lejos de la meta establecida para el 2030.
Nos mantenemos en el tercio superior de la tabla, en el puesto 64 de 167 países, y se han obtenido logros en cobertura médica y educativa, en concientización sobre trabajo decente, consumo y producción responsable, igualdad de género, pero el camino es largo. La posibilidad de dejar un mejor escenario para las generaciones futuras, logrando la equidad intergeneracional que predica la economía sostenible, está aún muy lejana y su logro debe ser un trabajo de todos.